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Guías para escribir y misceláneas literarias

Foto del escritorAriana Riccio

Defusión cognitiva para superar bloqueos creativos



Hace un tiempo asistí a una charla de neurociencias contemplativas. Lo interesante de esa conferencia fue que no se redujo a dar explicaciones teóricas acerca de por qué tenemos patrones de pensamiento y hábitos que nos cuesta revertir, sino que también se dieron ejemplos de prácticas que podemos llevar a cabo en esos momentos donde nuestros pensamientos parecen tomar el control de nuestras vidas.


En definitiva, somos nosotros quienes les permitimos a esos indóciles pensamientos que nos avasallen sin piedad. La causa fundante de esa situación es que nos identificamos con nuestra mente y creemos que somos nuestra mente, cuando en realidad somos los observadores de lo que sucede en ella y –aunque nos guste creer que sí- no tenemos control sobre mucho de lo que allí ocurre. Existen variables genéticas, biológicas y culturales que determinan su funcionamiento y nos exceden: todos venimos con un chip que jamás podremos modificar del todo. Lo que sí está a nuestro alcance es educar nuestra mente para que reaccione de una manera más favorable a nuestros objetivos.


Yo había leído algo de eso hace ya varios años (quizá con un enfoque más espiritual que pragmático) en los libros de Eckhart Tolle, aunque supongo que habrá muchos representantes de esa corriente teórica, que abarca disciplinas tales como el coaching y el tan en boga mindfulness. Creo que cualquier autor que se pudiera citar tendría en común con los otros una idea central: la de que gran parte de nuestros bloqueos, en diversas áreas de nuestra vida, se debe a que nos fusionamos con nuestros pensamientos. Nos cuesta tener una distancia crítica respecto de ellos debido a nuestra casi incesante tendencia a dejarnos arrastrar por ese diálogo interno que nos proyecta bien hacia el pasado, bien hacia el futuro. No habitamos el presente y, al no hacerlo, no habitamos tampoco nuestro cuerpo (entendiendo como tal nuestro ser de una manera integral, que incluye pero no se reduce a nuestros pensamientos) ni todo su potencial creativo.


Solo cuando tenemos conciencia de nuestro cuerpo podemos advertir que somos mucho más que nuestros pensamientos y convertirnos en observadores de ese flujo continuo, sabiendo que somos nosotros los que debemos tener control sobre él y que tenemos herramientas para impedir que sea él quien nos controle. Dado que por nuestras mismas características biológicas es imposible lograr ese estado de manera permanente, el primer paso hacia un mejor aprovechamiento de nuestra (finita) energía es aceptar que nuestra mente va a querer dirigir el rumbo de nuestros actos siempre que estemos en piloto automático y, por un tiempo, lo va a lograr. Es obvio que no quedan sujetas a discusión las acciones que nos permiten vivir y desenvolvernos en el mundo (por ejemplo, la respiración y la regulación de nuestras funciones corporales), sino aquellas que conspiran contra nuestro bienestar.


El segundo paso es adiestrarnos para detectar, lo antes posible, el momento en que esas desviaciones ocurren y realizar determinadas acciones para lo que podríamos denominar “volver a nuestro eje”.


Esas acciones pueden ser –y de hecho son- tan diversas como los actores que las llevan a la práctica, pero comparten una misma esencia: la de revalorizar al cuerpo como el ancla que, lejos de ser un peso, nos ubica en el presente para que podamos despojarnos de la carga real: la del pasado y el futuro, ambos espacios donde no hay nada que podamos controlar por mucha energía mental que consumamos en esa ilusión. Y, de manera simultánea, romper con esa fusión que establecemos con nuestros pensamientos.

Allí es donde entran en escena los ejercicios de defusión cognitiva.


Sin más preámbulos, voy a detallar tres desarrollados en la charla, que probé y me sirvieron en mayor o menor medida. Como verán al leerlos, es necesario hacerlos en un momento donde podamos estar a solas. A quienes les interese el tema y prefieran ser orientados por un profesional, entiendo que hay varios que utilizan estas técnicas en el país y con un poco de paciencia se puede llegar a ellos. Asimismo, hay una interesante cantidad de bibliografía al respecto que puede ser rastreada con cualquier buscador. Si bien la mayoría está en inglés, se pueden encontrar muchas cosas en español.


Ejercicio 1:


Repetimos en voz alta un par de veces un sustantivo, el primero que nos venga a la mente, siempre que sea neutro; es decir, que no esté relacionado directamente con el pensamiento del que estamos tratando de de-fusionarnos. Por ejemplo, “azúcar”. Es importante que notemos todas las asociaciones que nos produce esa palabra al repetirla y las imágenes que genera en nuestra mente.


Una vez cumplido ese paso comenzamos a repetir -también en voz alta- la palabra elegida, durante un mínimo de treinta segundos, sin detenernos. Vamos a notar que va a llegar un momento en que la palabra dejará de tener sentido y solo la percibiremos como una serie de sonidos. Que, antes de ser investida de sentido, es lo que es.


A continuación, elegimos una palabra (o dos, pero no más) que represente el juicio que nos estamos haciendo. En este caso, podemos inferir que nos bloqueamos porque el pensamiento de base es que no somos creativos, lo cual podría traducirse en juicios tales como “incapaz” o “inútil”. Podría ser otra la palabra, lo importante es que nos resuene y no nos resulte ajena. Si nos produce dolor o incomodidad, posiblemente sea la palabra correcta.


Y repetimos exactamente los mismos pasos que con la primera palabra. Lo más probable es que lleguemos a la misma conclusión. Vamos a poder ver la palabra desnuda y advertir que somos nosotros quienes le damos una carga de poder que, en lugar de favorecer el proceso creativo, lo dificulta cada vez más, creando un círculo vicioso que no hace más que alimentar nuestros juicios. Recordemos que siempre alimentamos a aquellos pensamientos con los que nos fusionamos.


Ejercicio 2:


Puede que nos sintamos un poco ridículos haciendo esto, pero entiendo que esa es en parte la idea: demostrarnos cuan ridículos pueden ser nuestros juicios una vez que los podemos observar desde afuera. Elegimos una canción de melodía popular, en lo posible alegre (el ejemplo típico es el “Feliz cumpleaños”, pero se podrían usar otras) y cambiamos la letra por una oración que tenga que ver con nuestro juicio. No hace falta que sea muy detallada; por el contrario, cuanto más concreta, mejor. Por ejemplo: “No soy creativo/a”, “Nunca voy a terminar mi libro” o “No sirvo para escribir”. Es claro que la elección de la frase es muy personal y debe expresar algo que sea una idea recurrente en nuestra mente.


Cantamos la canción con la nueva letra y observamos qué pasa.


Ejercicio 3:


Es una variante del anterior, un poco más larga.


En primer lugar, elegimos la frase que representa al juicio negativo y pensamos durante unos segundos en ella, sintiendo hasta qué grado estamos fusionados con ese pensamiento y las sensaciones que nos despierta.


A continuación, visualizamos la frase -en letras blancas- sobre una pantalla negra.

Luego, vamos a empezar a “jugar” con la frase, a través de varias secuencias. Primero cambiamos el color, después la fuente y a continuación nos imaginamos que las letras se desplazan por la pantalla como si fueran Pacman y sus fantasmitas (ok, sé qué es un ejemplo de mi generación, pero espero que se entienda). De hecho podemos imaginar la escena como si fuera un videojuego y también repetir esta secuencia de pasos tanto como queramos, aunque es suficiente que lo hagamos una vez.


Finalmente, debemos visualizar nuevamente la frase como estaba al principio (blanca sobre el fondo negro) e imaginar que alguien –podemos elegir alguna voz libremente, la que nos resulte más divertida o ridícula- la canta en su versión “Feliz cumpleaños” (o melodía de características similares).



Como bien sabemos quienes escribimos, por rara que parezca una técnica, bienvenida sea si nos ayuda a superar los momentos de bloqueo creativo que todos atravesamos en algún momento u otro. No se pierde nada con probar y, como mencioné antes, si quieren investigar más sobre el tema hay abundante material disponible.


Hasta la siguiente entrada.


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